Breve historia de la relojería de pulsera
Enciclopedia del reloj de bolsillo. Capítulo VI: La transición del reloj de bolsillo al de pulsera
Por Mireia Montañés y Mercè Cat
El nacimiento del reloj de pulsera se produce entre finales del siglo XIX y principios del XX si atendemos a la producción seriada y no a las piezas singulares cuya aparición se remonta varios siglos antes.
Podríamos señalar las últimas décadas del siglo XVI como la época del nacimiento legendario del reloj de pulsera: algunos expertos consideran a la reina Elizabeth I de Inglaterra (1533-1603) como la dueña del primer ejemplar, distinguido regalo de su fervoroso admirador, el conde de Leicester, Robert Dudley.
Retrato de la armada de Elizabeth I de Inglaterra. Atribuido a George Gower, circa 1588-89
Sin embargo existen diversas leyendas. Una de las más acreditadas relata cómo una institutriz ató su reloj colgante a la muñeca para evitar que éste golpeara al niño cuando se inclinaba sobre la cuna.
El primer reloj de pulsera cuya creación queda documentada es el que, en en 1810, fue realizado por encargo de la princesa regente de Inglaterra y Reina de Nápoles Caroline Murat, la más joven de las hermanas de Napoleón Bonaparte, a la prestigiosa firma relojera Breguet. Se trataba de un pequeño reloj de bolsillo con una cadena adaptada para poder ser llevado en la muñeca.
La paternidad del primer reloj de pulsera ha suscitado polémica ya que también se pensó que pudiera haber estado fabricado por Patek Philippe, considerada una de las mejores y más prestigiosas firmas relojeras; el primer reloj de pulsera reconocido de esta firma, fabricado en 1868, fue un pequeño reloj femenino con movimiento baguette y escape de cilindro.
En el museo de relojería Château des Monts (Le Locle, Suiza) se conserva un bellísimo reloj –joya de 1812. Está, por lo tanto, considerado como uno de los primeros de pulsera. Se trata de un pequeño reloj de bolsillo montado en un brazalete de oro decorado con serpientes entrelazadas y esmaltadas, fabricado por Capt & Freundler, fabricantes y vendedores ginebrinos.
Reloj-joya para dama. Circa 1812,
conservado en el museo de relojería Château des Monts (Le Locle, Suiza)
Así pues, es obvia la notoriedad de la aportación femenina al nacimiento y popularización del reloj de pulsera. Cabe destacar que estos primeros relojes adaptados para ser llevados en la muñeca tenían frecuentemente un uso estético y, por lo tanto, eran frágiles y delicados. Por todo ello, el uso de un reloj llevado en la pulsera fue considerado, durante algún tiempo, exclusivamente femenino.
Sin embargo, el concepto de reloj de pulsera empezó a ser aceptado como indispensable en las campañas militares de finales del siglo XIX y principios del XX. La posibilidad de consultar la hora cómoda y rápidamente terminó por imponerse. En 1880, la firma relojera Girard-Perregaux creó, a petición del emperador Guillermo II, unos relojes de pulsera particularmente robustos destinados al uso de oficiales de la marina alemana. Estos relojes tenían el cristal protegido por una parrilla o reja metálica que posteriormente fue relativamente común en los relojes militares durante la Primera Guerra Mundial. Esta serie de relojes de Girard-Perregaux constituye probablemente la primera colección seriada. Desgraciadamente, no conservamos ninguno de los originales.
El reemplazo del reloj de bolsillo por el de pulsera en el ejército, llegó a convertirse en un símbolo de eficiencia militar. Se dice que durante la Primera Guerra Mundial las manufacturas europeas trabajaron arduamente convirtiendo relojes de bolsillo de señora (habitualmente soldando asas aptas para el uso de correa a la caja, de diámetro adecuado para la muñeca, de unos 33 a 38mm de diámetro) en relojes militares para proveer al ejército. La excepción en cuanto a la medida la constituirían los relojes destinados a la aviación militar, que utilizaban grandes diámetros para ser llevados, en ocasiones, por encima del uniforme o, en cualquier caso, para facilitar la lectura de la hora.
La primera Guerra Mundial marcó el cambio decisivo. El uniforme militar y las necesidades de rapidez y eficacia no favorecían la operación de búsqueda y lectura del reloj fabricado pensando en los pequeños bolsillos del chaleco de un traje burgués. A esta época precisamente pertenecen algunas importantes series de relojes y de cronógrafos de pulsera cuyo uso estaba específicamente destinado al ámbito militar, fabricados por las firmas relojeras Longines, Eberhard o Breitling. Precisamente a esta última firma se le atribuye el primer cronógrafo de pulsera, con un único pulsador en la corona.
A partir de entonces, los hombres comenzaron a variar su opinión sobre el reloj de pulsera: antes de la Primera Guerra Mundial, se consideraba un ornamento femenino, un objeto digno de no ser tenido en cuenta seriamente. Un corresponsal norteamericano de la publicación “The Horological Journal” escribió en 1916 que los hombres norteamericanos consideraban, hasta entonces, el reloj de pulsera como una burla, merecedor de aparecer en escenas cómicas de películas y “vaudevilles”; continuó diciendo que los detractores concedían ahora gustosamente un valor al reloj de pulsera como objeto para uso ocasional, pero que no habían hallado aún el modo de adoptarlo para usarlo en todas ocasiones. Tras la guerra, las manufacturas relojeras trataron de negar cualquier evocación a la imagen femenina hasta entonces vinculada a los relojes de pulsera, reafirmando la imagen varonil de éstos a través de gran variedad de folletos publicitarios. Además, muchos soldados regresaron de la guerra con sus relojes militares, hecho que propició la aceptación del uso del reloj de pulsera entre la población: un héroe de guerra no podía estar vinculado en modo alguno a un objeto afeminado, de modo que la percepción del reloj de pulsera varió rápida y ostensiblemente.
Los materiales más habituales en los relojes de transición de bolsillo a pulsera eran el hierro pavonado, la plata o el metal cromado, niquelado o chapado en oro (de 10 o 14K en el mercado norteamericano), aunque tampoco son excesivamente raras las cajas realizadas en diferentes quilates (9, 14 o 18K) y aleaciones de oro. La estructura de la caja más extendida fue la del lepine de señora con la corona o remontoir desplazado a las tres. Sin embargo también se encuentran modelos con la corona a las doce e incluso modelos con corona a las doce o a las tres, pero con mecanismo de cambio de hora por pulsador. En cualquier caso, las asas, móviles, articuladas o fijas, iban soldadas a la caja y eran del mismo material que ésta.
La tapa posterior frecuentemente tenía idéntica estructura al clásico lepine de bolsillo: una o dos tapas posteriores unidas a la caja por pequeñas bisagras. También son comunes modelos con una o dos tapas posteriores pero sin bisagras (a presión). Más raramente hallamos relojes con tapa posterior y/o bisel a rosca, pero a menudo eran cajas fabricadas específicamente para ser adaptadas a maquinarias (con escape de cilindro o de áncora) con calibre de dama.
Tampoco es muy habitual encontrar relojes de pulsera realizados conservando las cajas de sabonetas de señora o de estilo “cazador” (también denominado “ojo de buey”), pero no constituyen rarezas excepcionales.
Respecto al material de las esferas, solían ser de esmalte (blanco o, con mucha menor frecuencia, negro), aunque tampoco son raras las realizadas en metal. La numeración romana o arábiga (mucho más habitual ésta última) pintada en esmalte negro (a excepción del doce, que en ocasiones era pintado en rojo e incluso en azul). Posteriormente la numeración podía ir pintada con fósforo luminiscente (el radio no se utiliza como material luminiscente para las manecillas o numeración hasta finales de los años sesenta aunque, dada su radioactividad, se substituyó por el tritio utilizado actualmente). Las manecillas más comunes solían ser las de forma delfina, palos, breguet o pera y, posteriormente, peras (esqueleto) luminosas o palos luminosos. El material de éstas era metal dorado, pavonado, cromado o niquelado.
No era estrictamente necesario que la firma relojera fabricante pintara su marca en la esfera aunque determinadas casas relojeras, como por ejemplo Omega, y las americanas Elgin y Waltham eran más propensas a firmarlas.
En 1892 la firma Omega (hasta 1894 llamada “Louis Brandt & Frères” ) realizó el primer reloj de pulsera con repetición de minutos, utilizando una maquinaria fabricada por Audemars Piguet. 1898 fue la fecha de fabricación del pequeño calibre de Omega 42.86, y hacia 1902 fueron vendidos como “relojes de pulsera”. Un folleto publicitario de la casa Omega fechado en 1904 muestra 12 relojes que fueron utilizados por el ejército británico durante la Guerra anglo-Boer (1899-1902). Un oficial de artillería inglés envió a la dirección de Omega una declaración que circuló por toda la firma y que llegó a la prensa de toda Europa, en la cual se afirmaba la imperativa necesidad de una hora común en la acción de las tropas enviadas a combate.
Durante los últimos años de la Primera Guerra Mundial, los relojes de pulsera pasaron por numerosas mejoras. Algunos cajistas como Francis Baumgartner, Borgel y Dennison introdujeron diseños revolucionarios, que contribuyeron a la estanqueidad del reloj. Esos diseños fueron posteriormente perfeccionados por la archiconocida y prestigiosa manufactura relojera Rolex, cuya pieza emblemática fue el primer reloj totalmente estanco, el modelo “Oyster” (ostra), fabricado por primera vez en el año 1926.
En el año 1904 el joyero francés Louis Cartier realizó para su amigo Alberto Santos Dumont, multimillonario brasileño apasionado por la aviación, lo que fue el primer reloj de pulsera de la firma Cartier: nace el famoso modelo “Santos”, que aún hoy sigue estando en producción. Santos Dumont necesitaba un reloj para cuya lectura no se viera obligado a separar las manos de los controles del dirigible y halló la solución perfecta en la propuesta de su amigo Louis Cartier: un pequeño reloj cuadrado y plano, realizado en oro, que se sujetaba a la muñeca con una elegante correa de cuero y una hebilla. El 22 de noviembre de 1907 Santos Dumont utilizó el reloj para cronometrar el tiempo que tardó en batir el récord mundial de aviación, 21 segundos, idéntico al medido por los dos cronometradores oficiales. Otro modelo emblemático de la firma Cartier es el “Tank”, creado en 1917, inspirado en la estética de los tanques utilizados durante la Primera Guerra Mundial.
En 1905 los hermanos Ditisheim eligen la palabra Movado, “siempre en movimiento”, como nombre para su firma relojera. Su emblemático modelo Polyplan (1912), primer reloj con caja rectangular y platina curvada 30º en los extremos, es actualmente una de las piezas más apreciadas por los coleccionistas.
Los primeros relojes de pulsera de las firmas norteamericanas American Watch Co y Elgin Watch Co salieron a la venta entre los años 1910-1915.
En 1912 la firma relojera suiza Eterna desarrolla el primer reloj de pulsera con alarma. Es también en este mismo año cuando Omega, en colaboración con Movado y la firma relojera suiza especializada en modelos de alta precisión para la marina naval, Ulysse Nardin, crearon especialmente para la aviación el calibre de cronógrafo 18 P CHRO. Un año más tarde nacería el primer reloj de pulsera Hebdomas con ocho días de cuerda.
En 1918, las Fuerzas Armadas Americanas compran 5000 relojes de pulsera a la firma Omega.
En el año 1920 el físico suizo Charles Edouard Guillaume obtuvo el premio nobel por el descubrimiento de aleaciones de acero y níquel llamadas Elinvar lo que supuso grandes avances para la industria relojera gracias a la reducida dilatación y larga duración de estos materiales. Estos metales se utilizarían en la fabricación de volantes y espirales.
En el año 1920 las firmas norteamericanas Hamilton e Illinois, entre otras, empezaron la producción de relojes de pulsera. Durante esta época, los estilos de las cajas de los relojes de pulsera empiezan a cambiar, reemplazando la clásica forma circular por formas más cuadradas o rectangulares y aparecen también las elegantes formas “tonneau” (tonel).
En 1923 el relojero inglés John Harwood solicitó en Suiza la patente de un reloj automático de pulsera, obteniéndola un año después. La masa oscilante estaba constituida por un sector circular sujeto por el centro, que giraba sobre un arco de 130º. En los extremos, dos muelles amortiguaban los choques. El resorte se cargaba al mover la muñeca utilizando un único sentido de rotación de la masa oscilante. La obsesión de Harwood era imposibilitar la entrada de polvo y humedad causantes del deterioro de la maquinaria: es por ello que la eliminación de la corona remontoir fue su principal objetivo. Las manecillas se regulan mediante un aro de vidrio acanalado y un punto rojo que aparece en una obertura de la esfera por encima de las seis, nos informa de que el mecanismo está listo para funcionar.
Por primera vez, en 1928, los relojes de pulsera son más vendidos que los de bolsillo y, en el año 1935, ya constituyen el 85% del total de la fabricación relojera.
La fase de transición de los relojes de bolsillo decimonónicos a los más prácticos modelos de pulsera de la época moderna tuvo una duración considerable. La Primera Guerra Mundial supuso una evolución en las arraigadas costumbres masculinas. El reloj de pulsera, impuesto en el frente por las necesidades militares no se convirtió de inmediato en un artículo de consumo masivo: hasta los años treinta no se impuso suplantando definitivamente a los tradicionales relojes de bolsillo.
Reloj de bolsillo o colgante de señora, circa 1900, adaptado a pulsera, mediante la soldadura de una pequeña pieza en forma de u en el extremo opuesto al la anilla de suspensión, que permite el uso de un brazalete metálico, posterior a la fecha de fabricación del reloj. Este reloj de transición estaba destinado al uso femenino.
Reloj militar anónimo circa 1920, con parrilla o reja de protección para el cristal. Esfera esmaltada en negro, numeración romana y manecillas en fósforo luminiscente.
Reloj de transición a pulsera para caballero de la casa norteamericana Elgin, circa 1916. Caja realizada en metal niquelado, esfera metálica. Corona a las doce, asas fijas.
Raro reloj de transición para caballero, circa 1910. Caja realizada en metal niquelado, bisel a rosca, segundos centrales. Esfera de esmalte con numeración romana en negro. Pulsador para posibilitar el cambio de hora con la corona. Asas fijas.
Curioso reloj de pulsera de la firma Eberhard realizado en oro rosa de 18K. Estilo cazador con asas móviles y numeración en esmalte negro en tapa anterior. Pulsador en la corona para abrir la tapa anterior. Esfera de esmalte firmada a las doce, numeración arábiga en esmalte negro. Segundos auxiliares a las seis. Manecillas cazadoras que permiten la lectura de la hora incluso con la tapa cerrada.
Reloj para caballero marca Zenith, circa 1910. Caja realizada en oro de 18 quilates. Dos tapas posteriores, unidas a la caja por sendas pequeñas bisagras. Esfera de esmalte blanco, numeración arábiga en esmalte negro, excepto el número 12, en esmalte rojo. Asas móviles.
Reloj militar anónimo circa 1914, maquinaria con escape de áncora, esfera esmaltada en color negro, caja niquelada con cubierta posterior unida por bisagra, asas fijas, numeración arábiga en fósforo luminiscente. Registro de segundos a las seis, manecillas esqueleto luminiscentes.
Reloj de transición, circa 1912 fabricado por la famosa casa relojera Rolex. Maquinaria e interior de la cubierta posterior firmados Rolex. Caja realizada en oro amarillo de 9K. Cubierta posterior unida a la caja por bisagra. Asas móviles.
El magnate brasileño pionero de la aviación, Alberto Santos Dumont, propietario del primer reloj de pulsera Cartier, durante un vuelo con su avión 14-bis en Octubre de 1906. (Foto: Nacional Air and Space Museum, Smithsonian Institution)
Dibujo de la maquinaria del modelo Polyplan de la casa Movado. Platina curvada 30º en los extremos.
Reloj de la firma Omega, circa 1914. Bisel a rosca, caja de metal niquelado. Maquinaria unida a la caja por una pequeña bisagra. Esfera de esmalte, numeración arábiga y manecillas luminosas (se ha perdido el fósforo).
Reloj para caballero de la firma norteamericana Elgin circa 1920. Caja niquelada forma “cojín”. Esfera esmaltada con numeración arábiga en negro. Asas fijas.
Reloj para caballero del famoso relojero inglés John Harwood, circa 1931, primer reloj de pulsera de carga automática fabricado en serie. Caja chapada en oro de 14K.
Fotos de los relojes Harwood y Rolex 1912: Albert Domenech
Retoque fotográfico: Deif Crow